Francisco Antonio Pacheco Fernández

Información aparecida en medios de comunicación digitales respecto del Dr. Francisco Antonio Pacheco. Presidente de la Asamblea Legislativa de la República de Costa Rica

4.09.2008

El horizonte legislativo

La Nación, 9 de abril, 2008
http://www.nacion.com/ln_ee/2008/abril/09/opinion1490463.html
EDITORIAL
El horizonte legislativo
El reconocimiento de los méritos ajenos en política no deja de significar un cambio importante
La Asamblea Legislativa tiene un activo de dos años para presentarle logros y esperanzas al país para el 2010
Francisco Antonio Pacheco, presidente de la Asamblea Legislativa, en las dos primeras legislaturas (2006-2008), ha gozado del aprecio y del respeto de las diversas fracciones. Las manifestaciones en este sentido, en estas semanas, vísperas de la elección del nuevo directorio legislativo, el 1.° de mayo próximo, han sido francas y desinteresadas. Todo apunta a que será reelegido por tercera vez como presidente de la Asamblea Legislativa.
Esta reacción, a la luz de su dimensión institucional y política, merece una reflexión. Debe tenerse en cuenta, primeramente, que esta evaluación concordante de la labor del presidente de la Asamblea Legislativa culmina dos años de gestión parlamentaria difíciles y complejos por las secuelas del proceso electoral pasado, seguido del dramático debate del TLC, coronado con el referendo del 7 de octubre, y la ardua tarea de mantener una coalición de 38 diputados en el proceso de discusión de la agenda de implementación. Los diputados han visto en Francisco Antonio Pacheco a un presidente prudente y respetuoso, y, así, al reconocer los méritos de un competidor político, pueden contribuir a elevar, con su gesto, la majestad del parlamento. El reconocimiento ajeno no es una de nuestras credenciales, pero su práctica puede darnos buenos réditos morales.
No hemos de perder de vista esta dimensión institucional y política. La devoción democrática sin las obras y sin el constante testimonio personal es estéril. Si fuera dable suponer un cambio de actitud en la Asamblea Legislativa, tras estos dos años de refriegas y de fuertes experiencias, podrían avizorarse dos años mejores, donde el necesario control político, la vigilante crítica y la capacidad legislativa –en el orden cualitativo– se den la mano en aras del bien común y, por extensión, del propio sistema político. De la visión y sana competencia de las fracciones legislativas en estos dos años dependerá en buena parte la fortuna democrática del proceso electoral del 2010, un momento singular en nuestra andadura política en el siglo XXI. Despejadas, como esperamos, muchas brumas nacionales e internacionales, nuestro país debe estar bien apertrechado para avanzar. Las señales enviadas por el parlamento en el período restante pueden fortalecer nuestro sistema político.
La nueva actitud de los diputados en cuanto a la constitución del directorio legislativo y la posibilidad de un mejor clima en la Asamblea Legislativa debe servir para extirpar las patologías políticas de la mezquindad, del clientelismo, del miedo a la reelección de los diputados y a la ruptura de la camisa de fuerza de las papeletas, de la timidez y morosidad de las reformas electorales, así como de la reforma del reglamento interior de la Asamblea Legislativa, engendro pernicioso para la gobernabilidad del país. Es preciso, asimismo, conferirle continuidad –seriedad– al ejercicio de la presidencia de la Asamblea Legislativa, sin someter cada año el nombramiento del nuevo presidente a una puja personal o política, o al cumplimiento de una repartición previa partidista, en la que se busca más el protagonismo y el enriquecimiento del currículo que el realce del parlamento.
La reciente encuesta de Unimer para La Nación nos reitera una verdad de Perogrullo: la gente aprecia la congruencia de las palabras con los hechos, con los resultados, con los logros concretos, los cuales abren horizontes de esperanza. No se puede llegar a un proceso electoral sin esta contabilidad. Ojalá así lo entiendan, por su bien y el del país, los partidos y las fracciones legislativas.