Sí hubo insultos

La Nación 15 de febrero, 2007
BUENOS DÍAS
Armando Mayorga
Los sindicalistas que lanzaron insultos a los diputados que apoyan el TLC, dicen ahora, frescamente, que las pancartas que les arrebató la policía no contenían ofensas, sino “pensamiento social”… Esa justificación es otro insulto a los costarricenses, es otra mentira porque los rótulos sí eran agraviantes.
Lo eran porque se burlaban de la estatura física del presidente de la Asamblea Legislativa, Francisco Antonio Pacheco, quien no necesita el tamaño de un matón de estilo sindical para conducir el Congreso y tomar decisiones a favor o en contra de un proyecto de ley. Don Francisco Antonio ha demostrado, como ministro de Educación, como presidente de un partido político (PLN) y hoy como máximo representante del Poder Legislativo, que el tamaño no importa. Importan el coeficiente intelectual, la inteligencia emocional y la cultura y decencia de la cual carecen los que el lunes, a falta de argumentos racionales para enfrentar a sus adversarios, los denigraron con burlas.
La prueba de que los rótulos carecían de “pensamiento social” están en las tomas que pasó la televisión; en la foto de portada de este diario, donde se veían, junto a la pancarta contra Óscar Arias, otras dos que citaban a “Pitufo” y “Pitufín”, en directa alusión a Pacheco. Me da pena reproducir el insulto, pero lo hago para que esos sindicalistas que se presentan ahora como “pobrecitos” ante el “desplante militar” de los policías, sepan que la mayoría de ticos no somos ciegos, que vimos lo que escribieron y no tragamos cuento.
Entonces, el desalojo del cual fueron objeto por parte de la policía está bien justificado. Las pancartas con insultos, si lo quieren, las pueden llevar por la calle, pero no dentro del edificio de la Asamblea, no en la barra del público, porque deben entender que ese edificio, queramos o no, es la “casa” de los diputados y uno no puede meterse a una casa, a un edificio público, a agraviar.
Al hacerse pasar por “víctimas” de la policía, los sindicalistas confunden la libertad de expresión con el irrespeto. Lo ocurrido retrata su estatura, da señales de la clase de personas que lideran los sindicatos de este país y de su intolerancia.
Es más, debería darles vergüenza que, en horas laborales, en plena media tarde, cuando los trabajadores están en su jornada para ganarse el sustento familiar, ellos hacen pancartas ofensivas y alboroto en un edificio público... ¡Otro insulto!
Lo eran porque se burlaban de la estatura física del presidente de la Asamblea Legislativa, Francisco Antonio Pacheco, quien no necesita el tamaño de un matón de estilo sindical para conducir el Congreso y tomar decisiones a favor o en contra de un proyecto de ley. Don Francisco Antonio ha demostrado, como ministro de Educación, como presidente de un partido político (PLN) y hoy como máximo representante del Poder Legislativo, que el tamaño no importa. Importan el coeficiente intelectual, la inteligencia emocional y la cultura y decencia de la cual carecen los que el lunes, a falta de argumentos racionales para enfrentar a sus adversarios, los denigraron con burlas.
La prueba de que los rótulos carecían de “pensamiento social” están en las tomas que pasó la televisión; en la foto de portada de este diario, donde se veían, junto a la pancarta contra Óscar Arias, otras dos que citaban a “Pitufo” y “Pitufín”, en directa alusión a Pacheco. Me da pena reproducir el insulto, pero lo hago para que esos sindicalistas que se presentan ahora como “pobrecitos” ante el “desplante militar” de los policías, sepan que la mayoría de ticos no somos ciegos, que vimos lo que escribieron y no tragamos cuento.
Entonces, el desalojo del cual fueron objeto por parte de la policía está bien justificado. Las pancartas con insultos, si lo quieren, las pueden llevar por la calle, pero no dentro del edificio de la Asamblea, no en la barra del público, porque deben entender que ese edificio, queramos o no, es la “casa” de los diputados y uno no puede meterse a una casa, a un edificio público, a agraviar.
Al hacerse pasar por “víctimas” de la policía, los sindicalistas confunden la libertad de expresión con el irrespeto. Lo ocurrido retrata su estatura, da señales de la clase de personas que lideran los sindicatos de este país y de su intolerancia.
Es más, debería darles vergüenza que, en horas laborales, en plena media tarde, cuando los trabajadores están en su jornada para ganarse el sustento familiar, ellos hacen pancartas ofensivas y alboroto en un edificio público... ¡Otro insulto!
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